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Cosiendo rutas 

Las líneas del olvido

Espacio Odeón 2022 


Fui mensajero en la ciudad de Bogotá a los 18 años y me parecía el trabajo ideal: caminar, escuchar música y entregar mensajes. Los recorridos, a lo largo de esos 2 años de trabajo, se organizaban por rutas y les llamábamos «zonas» a los trayectos por determinado perímetro de la capital. Esta labor me llevó a conocer las dinámicas de la ciudad desde el punto de vista de un navegante a pie con su cuerpo como medio de transporte. Para que el recorrido fuera el indicado,  organizaba  casi  matemáticamente  las direcciones, teniendo en cuenta la disposición de los números según los puntos cardinales; existe entonces una ecuación que incluye el espacio y la nomenclatura para encontrar determinado lugar en el mapa de la ciudad. Este mapa, con el tiempo, se va volviendo mental y automático. Un domingo 6 de septiembre de 2009, salí de casa a hacer
«zona» alrededor de Pablo VI, La Esmeralda, Nicolas de Federmann y Rafael Núñez. A mitad de labor, entré a una panadería en el sector de Pablo VI de la carrera 60. Esto es lo último que tengo en mi memoria. Recobré los recuerdos en la sala de cirugía de un hospital. Una amnesia post-traumática hizo que olvidara 6 horas de mi vida ese domingo.

Según cuenta mi familia, después del accidente, camine 45 cuadras con una herida de 25 centímetros en mi muslo derecho, cargando la bicicleta y la maleta llena de correspondencia, desde Pablo VI hasta mi casa en Quinta Paredes. Un golpe en mi cabeza y el shock por el dolor intenso en la pierna fueron los causantes de la laguna en mi memoria. Esta perdida se siente literalmente como cuando estas bajo el agua turbia, no tienes imágenes definidas y el tiempo es confuso.

Para describir esta situación, donde el agua turbia se presenta como un referente del olvido, encuentro la relación con una experiencia que tuve a la edad de año y medio. No tengo recuerdo de ello, solo la imagen que me da la narración de lo ocurrido. En el año 89 una ola de mar turbio en San Bernardo del Viento me arrebató de los brazos de mi padre. Durante unos segundos me perdí en la espesura, antes de ser rescatado milagrosamente por la coincidencia de una mano y un pie que se encontraban bajo la penumbra. Aquí el recuerdo es vago y se bocetea con el voz a voz de mi familia, al igual que en el accidente. 
El acto de recordar está ligado, no solo con vivir la experiencia, sino que se nutre de los otros y consta de interceder, para que exista el encuentro entre esa mano y ese pie.

Para este proceso de coser recuerdos, vuelvo al lugar del accidente y realizo diferentes rutas, posibles caminos que pude haber tomado ese domingo. Se intenta rehacer la memoria a partir de construcciones matéricas, se dibujan diferentes puntos en el mapa estableciendo una urdimbre y una trama, una diversidad de acontecimientos que en lo posible puedan reorganizar el olvido.

«La memoria es un espejo opaco y hecho añicos, o,mejor dicho, está hecha de intemporales conchas de recuerdos desperdigadas sobre una playa de olvidos».
Héctor Abad Faciolince

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