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Mi producción artística adquiere forma desde que tomé la decisión de vivir en el campo. Hace once años que ando en constante tránsito entre lo rural y lo urbano y debido a este movimiento entre espacios dispares, mi manera de entender lo artístico ha estado enfocada en el desplazamiento. Mover algo físico o simbólico, moverse en el espacio, moverse con otros, implica lidiar con el espacio y su tiempo. La incidencia del tiempo sobre las cosas ocurre en un ritmo pausado y la transformación que esto acarrea me interesa. 

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Estas exploraciones ya sea desde el cuerpo, la palabra o los objetos, devienen  gestos que en su mayoría se manifiestan como proyectos. Utilizo la fotografía, el dibujo, la pintura, el sonido, la escultura, la instalación o la acción para materializarlos. En estas investigaciones confluyen materiales de diferentes procedencias: tierra, troncos, estiércol, papel, plantas, costales, cráneos, cemento, parafina, huesos, alambre, aluminio, que se procesan, se moldean, se ensamblan, se queman, se descomponen, se registran o se presentan. 

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A lo largo de mi carrera he reflexionado sobre las cargas hegemónicas del paisaje, teniendo presente sus componentes tanto naturales como humanos, por lo tanto, la naturaleza cultural del ser humano es una facultad que esta siempre esta presente. Me detengo en algunos puntos y las contemplaciones que han tenido lugar se han fijado en las dinámicas simbióticas entre especies y ecosistemas, las problemáticas sociales, ambientales y políticas, o reflexiones etéreas ante lo que concebimos como realidad.

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